Páginas

martes, 16 de septiembre de 2014

El príncipe azul y la mujer anunnaki.

Sí, ya sé lo que dije. Y  sostengo  lo dicho sobre mi descanso, pero descansaré de estos temas pasados, no así de la escritura en general.
Me despido, al menos por un tiempo, de la escritura sobre temas que no siento me pertenezcan y por los que ya siento un cierto nivel de saturación.
No soy de seguir modas, tampoco seré parte de la cofradía ni me haré eco del trabajo sucio de otros ayudando a propagar ideas que sólo confunden.
Cambiaré la ruta por donde seguir.
La Verdad es como Roma y a Roma llegan todos los caminos. Ergo, hay muchos más caminos que se pueden seguir para llegar a la Verdad. 
Me despido de ese camino por el que iba que no es para mí.
Retomo mi propio rumbo, no renuncio a la búsqueda de la verdad, tan sólo tomaré otra ruta.


 Pero a ver si con eso que leí durante un tiempo puedo hacer algo de alquimia y convertirlo en algo más, o en algo menos denso y agobiante y logramos pasarnos un buen rato, solo porque sí.

Como dijo alguien por ahí, "comunicación creativa" como eufemismo claro está, para no decir mentira.

Veamos.

Se me ha ocurrido una tesis que explicaría el por qué más intrinseco de esa vieja queja masculina sobre la insistencia de las mujeres por querer cambiar a su hombre. 
Pero esta tesis funciona sólo en el universo femenino de mujeres 
de crianza formal, standar, tradicional, en definitiva con la balanza centrada al medio y esto no significan que sean mediocres.
No. Mediocres, según yo, quiere decir que se conforman con menos de lo que necesitan, quieren, sueñan, desean, merecen o son capaces.
Estar ubicada al centro de la balanza quiere decir, estar equilibrada, lo que no es fácil siendo mujer múltiple rol hoy por hoy.
Bueno, dentro de este universo de mujeres hechas y derechas, con la cabeza centrada y el corazón bien puesto; según yo, ninguna de éstas escapa de ser una mujer anunnaki.


Me explico:
Partiendo del hecho de que toda mujer en algún punto de su vida conocerá a un hombre por el que se sienta atraída o al menos por el que sienta curiosidad.
En el preciso momento en que una mujer está frente a un hombre desconocido, en medio de una situación social, mientras lo mira inocentemente, lo está evaluando, pesando y midiendo, comparando con el modelo preconcebido que ya tiene formateado en su cerebro sobre cómo debe ser su hombre ideal, una especie de Frankenstein dibujado en papel mantequilla como un patrón de revista Burda, con las características físicas de los hombres que ha admirado toda su vida, con las virtudes morales, atributos intelectuales y la sensibilidad de los hombres que ha respetado y ha querido toda su vida, con las habilidades de reparaciones y supervivencia que tienen los hombres que le han hecho sentir segura y protegida toda la vida.
Estos pueden ser tan variopintos como galanes del cine y/o de la televisión  mezclados con el padre, los abuelos, hermanos, tíos, primos, compañeros de colegio, de universidad, amigos de los hermanos, profesores, instructores, etc. En fin, con todos los hombres con los que ha podido estar en contacto, de las mil formas posibles y distintas de relacionarse con ellos y de entablar vínculos, ya sean afectivos, o simplemente sociales, a lo largo de toda su vida, de los que ha ido sacando lecciones, y detalles de lo que le ha gustado y de lo que no le ha gustado, lo que acepta y lo que rechaza y así  sacando un poquito de lo mejor de cada uno, ha ido construyendo un muñeco mental que espera algún día encontrar encarnado en un solo ser humano, lo que en psicología moderna se conoce  coloquialmente por el nombre de:  Príncipe Azul (en la literatura excéptica también se denomina  síndrome de Papá Noel, básicamente por que es una figura que no existe en el mundo real).
Entonces, esta mujer de mirada inocente, mientras sigue observando al galán que tiene sentado al frente que la mira y le sonríe a la vez que le habla animadamente, ella está pensando en que si no es él el príncipe de sus sueños, lo hará cambiar hasta que lo sea.
Ese deseo inconsciente de querer cambiar, ajustar al otro, es un deseo heredado genéticamente de las hembras anunnakis que obedecían a la necesidad de hacer evolucionar a la especie, darle el salto evolutivo a ese homínido rupestre que habitaba la Tierra así libre y despreocupadamente viviendo al día su vida como viniese.

La hembra anunnaki que toda mujer ha llevado, lleva y seguirá llevando, se manifiesta precisamente cuando el homínido aquel que ahora  se encuentra disponible en versión actualizada de homosapiens urbanum modernis, ante ella parece no ser  suficiente para calzar con su standar de calidad ISO 9000, 20/20, 2.0 que ella necesita para sentirse orgullosamente feliz y conforme, el indicado para presentar a sus padres, familiares y amigos.
Pues mucho le pesa la cuestión social, del que dirán y eso de "dime con quien andas y te diré quién eres" eso está escrito en su ADN humano general.
Y vale tanto para mujeres como para hombres.

Creo que este el kid de todo el conflicto.

A todos los hombres que han pasado por la experiencia de haberse encontrado con mujeres que quisieron cambiarlos, y que lo lograran o no, pero que al menos lo intentaron, les digo:

Señores, no es ni ha sido culpa de sus mujeres, respectivas, ser así. Es parte de su genética ancestral  querer evolucionar a la especie en seres humanos mejor persona.

Seguro que los cambios que ellas les han sugerido, pedido, o impuesto, en los casos más graves; van hasta en vuestro propio beneficio. 
O acaso es demencial querer cambiarles hábitos tóxicos y autodestructivos por hábitos más sanos y saludables, que les mejoren la calidad de vida y les alargue la vida útil de su organismo en buenas condiciones?
Que les quieran ayudar a la superación personal, a mejorar el look, a ascender en la escala social, a llevar un mejor standard de vida?
A cuántos les ha mejorado la calidad de vida desde que están con una mujer centrada?
Y aún se quejan de que los quieran cambiar?
Tan terrible y deplorable es querer cambiarles hábitos insanos, malas costumbres, ideas equivocadas, abrirles la cabeza a otro mundo como a la cultura, o al arte. Aprender a combinar colores y estilos de vestimentas según la ocasión. 
Es eso tan intolerable al punto de tratar a una mujer de bruja por sólo querer lo mejor para su hombre?
O llamar "macabeo" a un hombre que se deja mejorar, evolucionar?
( Eso me suena a envidia, ya quisieran ellos encontrarse una mujer que les haga sacarse mejor partido a sí mismos. Así que no les hagan caso. Aprender a ser mejor persona es de hombres inteligentes. Los tontos son los que se quedan en su misma vida, estancados y hundidos sin aceptar el consejo de una mujer centrada sólo porque es mujer, o porque creen que así como son están perfectamente bien y así son felices.)

Hagan un simple ejercicio mental:

Imagínense a sí mismos echados sobre una cama en una habitación con la ventana cerrada, cortinas corridas, las persianas semi abiertas, y están fumando y bebiendo cerveza mientras ven televisión, sumámdole a eso, que hace tres días que no se afeitan ni se bañan, que son las 5 de la tarde y es verano.
Tienen el cuadro?
Pues bien.
Juzguen ustedes mismos, pero honestamente.
Juzgarían mal la actitud de una mujer entrando a la misma habitación al tiempo que arrisca la nariz y pone los dedos en pinzas caminando directamente hacia la ventana para abrirla, correr las cortinas, subiendo las persianas y que entrara así luz natural y el aire fresco?
Eso sin contar que les apaguen el televisor y los eche al baño a ducharse mientras les elije la ropa limpia con la que se vistan.

Eso es tan censurable y reprochable?

Una cosa, hombres.
Sino quieren ser tratados como niños, es simple. Compórtense como hombres adultos, así en vez de madres tendrán mujeres de parejas.

Un dato.
El gen femenino anunnaki es dominante se transmite en cada generación de madre a hija. Pero la buena noticia es que este gen no siempre se manifiesta porque pertenece a una rara clase de genes llamados "intermitentes", que se mantienen latentes y en reposo hasta que es activado por una reacción química probocada por una situación de stress emocional que  condiciona  la respuesta de la hembra ante el comportamiento del macho.
Por tanto, un hombre de por sí evolucionado sufrirá menos o ninguno de los efectos producidos por la activación del gen de su mujer.

Jajajjajajaja, se imaginan que así fueran las cosas?
( Ha sido todo comunicación creativa. Evidentemente.)

Y para reflexionar les dejo una anécdota que les ocurrió a los Clinton.

No sé detalles, no me pregunten. Sólo la oí hoy en la radio.(No sé si sea verdad.)

Cuenta la leyenda que una vez que el periodo presidencial de Bill Clinton había terminado, iba el matrimonio en su vehículo particular y se detuvieron en una estación de servicios a echar bencina.
De pronto Bill se da cuenta que Hillary estaba muy animádamente conversando con un sujeto en medio de la bomba de bencina y al terminar de cargar el estanque de su vehículo se acerca como para ser presentado. Su mujer los presenta y le dice que es un viejo amigo, compañero de estudios que había sido muy cercano y muy querido para ella y que ahora es el dueño de la estación de servicios. Parece que habían sido pololos también, no sé.  En fin.
Se despiden y al irse, una vez solos, Bill le dice a Hillary:
-Así, que si no te hubieras casado conmigo y te hubieras casado con él ya habrías sido ahora dueña de una bencinera, muy bien por ti. 
Y ella le respondió en el mismo tono de chanza: - No, él habría sido presidente de los EEUU.

 Pues amigos, eso de que "detrás de un hombre hay una gran mujer" no es un mito. Simplemente porque una gran mujer no se fijaría en nadie menos que no estuviera a su propia altura.
Así que ya saben, si quieren en sus vidas a una gran mujer, háganse un auto-examen de conciencia y pregúntense si se la merecen.

Y cambiar para mejor no es malo.








No hay comentarios:

Publicar un comentario