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miércoles, 17 de noviembre de 2010

Que veinte años, sí son algo.

No extrañé ni mi cama.
Debe ser porque me encanta viajar.
Eso de la aventura, de no saber qué pueda pasar, casi como apostar a perderlo todo pero con la convicción de fondo que nada malo sucederá.
Confiar en el radar interno, navegar por intuición, elegir entre ir a la derecha o a la izquierda, escoger un restaurante en vez de otro, elegir un plato de la carta, el postre y no arrepentirse, hacer la mejor elección como si se tratase de la vida, de hacer la mejor elección de todas.
No me equivoqué en nada, cuando escogí algo, lo hice a conciencia, considerando la recomendación del garçón, o del chef en persona, no me dejé llevar por los nombres, sólo por los ingredientes. Lo demás fue pura cachativa, por tincada.
Nada de cervezas industriales, puras artesanales. Y a lo que le venía más el vino, con una buena copa.
A media tarde, unos heladitos, probar sabores raros como mascarpone, kimoto o sigomoto, ya no recuerdo, samboyano y darle a los de chocolates, incluído el de chocolate blanco.
En la tarde, un chocolate caliente con cogñac, con tortas varias. Una, que era una delicia, con biscocho de chocolate con ciruelas, crema de frambuesas, bañada en un chocolate bitter delicioso.
En un sencillo local, fue donde comí la mejor once de todas y por un módico precio, salado y dulce:
Una pascualina de zapallitos italianos, y esa torta, más un chocolate con cogñac, exquisito, justo en la esquina de Beschtedt con Moreno.
El chocolate con cogñac más cogñac que chocolate que me tomé fue en "El pinar", muy bueno.
El venado y las carnes de caza ahumadas, en la "Familia Weiss". Dato fijo.
Y las carnes a las brazas en "El boliche de Alberto", también para pastas, pastas el domingo a la hora de almuerzo, es perfecto.
Para comidas más rápidas pero muy buenas como un pechuga de pollo con salsa de  almendras, en "D.O.N.D.E.R.A".
En la"La Marmite", se come una muy buena trucha con salsa de almendras, las cremas también son buenas.
En general, en Bariloche se come muy bien.
Datos para chocolates.
Partiendo de la base que el mejor chocolate es siempre el que contiene más cacao puro y que se debe derretir más en los dedos que en la boca, que no debe apelotonarse antes de ser tragado.
Los mejores, al menos hasta ahora se encuentran en Torres, Mamushka y Benroth.
El Turista, es el más popular, los precios son más económicos pero no son necesariamente los mejores, pero sí son muy buenos los turrones.
Otro dato y valioso para paladares etílicos: cervezas artesanales como Diuka, el Bolsón, y Águila, creo que en ese mismo orden, son muy buenas, según mi gusto. Probé las negras, o Bock, porque me gustan más los sabores secos y fuertes, más que las rubias, también las rojas. Bueno, mi preferida, la reina de todas es una chilena: Kustmann y de las industriales, me quedo con la Heineken.
Como sea, ahora es tiempo de reorganizar mi horario y comer livianito a lo menos por una semana, para bajar un poco las calorías que consumí demás.
Lo bueno de Bariloche son sus calles en subida y bajadas, para quemar calorías, pero pucha que duelen las piernas cuando no se está acostumbrada a subir y a bajar escaleras. Pero el tránsito es una locura.
Sólo Dios impide que hayan más accidentes  de los que pudieran haber con lo salvaje que son los argentinos para manejar. No van a exceso de velocidad pero sí llegan y se tiran si calculan que alcanzan a doblar antes que el otro que viene derecho, porque estos llegan y pasan, y no porque no vengan, sino porque no viene muy cerca, esa es como la filosofía allá.
Para una que tiene cierto respeto por las normas de tránsito, me pareció caótico, pero de algún modo igual fluye, aún sin semáforos, signos pare o ceda el paso.
La gente, muy amable, muy simpáticos.
Me encanta como hablan, pero no se me pegó el acento. Ja!
Saqué mil fotos o más.
Lo que no me traje, lo documenté para no olvidarlo.
Resumen:
Muy lindo viaje.
Espero que no vuelvan a pasar otros veinte años antes de volver.
Que veinte años, sí son algo.
Quiero volver, pero con  meu amor.

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