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miércoles, 4 de agosto de 2010

El pájaro azul.

A propósito de soledad, de almas solitarias de nacimiento, de la soledad existencial de los cuerpos, de las distancias que no nos atrevemos a cruzar hacia los otros por timidez, recelo, desgano, instinto de supervivencia, desinterés o simplemente indiferencia con algunas gotas de desprecio; recordé una vieja película que vi una vez hace como mil años atrás.
Siempre he pensado que hay otro tipo de soledad en el alma, una que no está necesariamente sola, porque no lo es. Sólo permanece voluntariamente sola mientras espera que desde algún lugar emerja su doble perfecto, lo que en estricto rigor cliché sería "el alma gemela", la misma que le fue arrebatada antes de nacer.
La idea no es mía, me quedó grabada de esa vieja película que vi aún siendo una niña.
Pero y si así fuese de verdad? La vida entera sería mucho más esperanzadora, y estimulante para no darse por vencida tan fácil. Para seguir esperando por esa alma ideal, un otro yo como yo pero no igual que yo, ojalá mejor que yo para hacerme mejor persona también.
Un alma que tenga mi nombre en su ADN y que en el mío esté el suyo, cien por ciento complementarios en una comunión perfecta.
Me siento un poco tonta admitiendo que ni siquiera fue una película, sino más bien fue una escena la que me marcó para siempre.
La película era El pájaro azul, actuaba la niña de rizos dorados del Hollywood de los treinta, Shirley Temple. Cuando la ví sería a principios de los ochentas, debí haber tenido entre 8 a 9 años, ya no recuerdo.
La historia, más o menos, trataba de una niñita que buscaba incansablemente un pájaro de color azul para no sé qué, pero que para el desarrollo de la trama iniciaba un largo periplo por el pasado, el futuro, el cielo, tal vez. Ya no sé, me confundo, porque lo único que realmente jamás olvidé fue cuando ella llegaba a un lugar que parecía ser la alegoría del cielo donde se encontraban reunidas todas las almas que estaban por nacer, representadas por un montón de niños, que debían subir a una embarcación a medida que un anciano barbudo envuelto en una túnica los iba llamando uno por uno por el apellido de la familias a las que les tocaría pertenecer.
Entre el grupo había una pareja de niños, ya un poco más grandecitos que el resto, que no querían separarse porque estaban enamorados y uno de los dos había salido llamado en la lista, y sí o sí debía abordar el navío hacia su nacimiento. Exáctamente no recuerdo cuál de los dos debía abandonar al que se quedaba, pero no olvido una parte del diálogo sostenido entre ambos:
"-Cómo te encontraré.?
-Me reconocerás por mi tristeza, seré el ser más triste sobre la tierra.-"
Los ayudantes del anciano se llevaban al jovencito a la fuerza, creo.
Esa metáfora es el meollo de mi tesis, es a esa tristeza a la que me refería por soledad de un alma y la esperanza de encontrar algún día a esa otra parte, "mi mitad errabunda" que debe andar buscándome también.
Pero también es cierto que no todas las almas son solitarias y tristes, no necesariamente.
Hay una soledad voluntaria, de libre elección, por puro gusto y otras derechamente nacieron sin alma gemela.
En el largo periodo de mi vida en que me sentí platónicamente enamorada de G. creí que yo era esa jovencita a la que habían separado de su amado por mandato del destino. Pero ya crecí, me dejé de pasar rollos imposibles, dejé de creer en los cuentos de hadas.
Admito que era más feliz cuando aún tenía en mi cabeza esas fantasías.
Pero eso no quita que siga deseando que las cosas fueran así, a pesar que ya perdí toda esperanza de hallar algún día a mi "mitad errabunda".
Prefiero pensar que a ese barco subí sola, que nadie esperará por mí y que en esta vida no tengo que esperar por alguien.
En la última escena cuando la niña regresa derrotada de su larga aventura sin haber podido encontrar al famoso pajarillo se dio cuenta que en el mismo patio de su casa, dentro de la jaula que colgaba de un gancho, el pájaro que ahí estaba tenía las plumas azules.
Moraleja: A veces no ves que lo que deseas ya lo tienes y no necesitas salir a buscarlo más lejos.
Lo que no es menos consolador, pues implicaría una desgracia mayor, haber tenido el amor así de cerca y por no reconocerlo a tiempo, dejarlo pasar de largo.
Porque el pájaro buscado siempre estuvo en una jaula, porque con todo el tiempo que se demoró en encontrarlo, si hubiese estado libre habría volado a perderse y nunca se habría enterado de que el famoso pájaro era azul.
Pero la idea de la escena que evoca el ideal de los amores complementarios o la utopía de encontrar al alma gemela en esta vida, es linda, ingenua, hasta tonta si lo prefieres, pero es una idea alentadora, cuando menos.
Ojalá pudiera creerla.



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