Páginas

martes, 17 de agosto de 2010

Perdí la indiferencia.

Los últimos eventos han sido devastadores.
Hoy las noticias me desayunaron el día.
Nada que me implique directamente pero desde hace ya un buen tiempo no logro sentirme indiferente. Me importan las cosas que pasan, que le pasan a las personas, porque me importan las personas.
Será que estoy anidando sentimientos como preparándome para dejar mi tambor y crecer de una vez por todas?
He pensado en la vida y en la muerte.
Es tan frágil la vida y para cuando se es aún tan joven se tiene el absurdo y hormonal complejo de superhéroe inmortal, efecto casi incompatible con la supervivencia real de un sujeto.
El ser humano, definitivamente necesita padres, alguien con más criterio, que lo proteja de sí mismo para que también pueda llegar a ser adulto, un día.
Pero si logra llegar a grande y aún así no ha aprendido nada de todo lo que debería saber?
No hablo que se lea el manual completo de Cómo sobrevivir la adolescencia y no morir en el intento pero al menos tomar en cuenta alguna recomendación ligera de -Cuídate-, -No bebas si conduces-, -No te vayas a lugares apartados que son peligrosos-, -No te expongas-, -No busques peligros absurdos-; -Cuídate, quieres, que yo te quiero y no quiero que algo malo te pase. Lo entiendes, verdad? Bien, vale, te cuidas, eh?. Chao, amor.-
Cuántas veces, quien ya no está para oír otra más de esas advertencias, una vez sí las escuchó, pero al parecer jamás las consideró en serio.
Pienso en su desgraciada madre, esa pobre mujer debe estar sólo deseando su propia muerte.
Debió ser la esperanza para su vejez, y de un momento a otro viene la Parca y pasa con una segadora en mano arrasando toda humilde espiga que ose crecer en los campos de la Vida y entre ellas segó también la vida de aquel hijo recién brotando al sol.
Morir joven, para no corromperse, se consuelan los que creen.
Y los que no, a qué se aferran, qué explicación les conforma cuando los hechos son brutales, y nada pareciera ser suficiente.
No existe ley ni justicia, no hay Dios ni creencias, para una mujer que recibe a un hijo muerto luego de haberle despedido vivo por la puerta, nada hay en este mundo que le haga entender el por qué.
Qué se puede decir en estos momentos que no suene a perogrullo.
A veces más vale soló acompañar y guardar silencio.
Me dí cuenta de una cosa.
Se fueron a las pailas todas las respuestas.
Y yo buscando alianzas estratégicas, yo, humanista de nacimiento, con versiones cuánticas de la física moderna, que pensé podrían tener más ideas que la literatura filosófica para explicar mis ideas.
Con esto que ha pasado, ya nada importa.
La muerte es la muerte, jamás esa madre podrá volver a abrazar a su hijo otra vez, al menos en esta vida, si así, ella, lo quiere creer.
Y para ese hecho, no deben haber palabras, en este momento, que le consuelen.



No hay comentarios:

Publicar un comentario